lunes, 18 de mayo de 2009


EX LIBRIS.

Patricio Marchant: Sobre árboles y madres. Sociedad Editora Leal Ltda. Ediciones Gato Murr. 1984. 318 pp.

“Un aforismo, si está bien acuñado y fundido, no queda ya
descifrado por el hecho de leerlo; antes bien, entonces es
cuando debe comenzar su interpretación.”
(Friedrich Nietzsche: Genealogía de la moral. Prólogo).


Nuestra historia literaria corre pareja a su eventual retraso con que sus producciones llegan a nosotros. Por ello, no resulta excepcional que el reconocimiento serio sobre la obra poética de Gabriela Mistral se haya producido recién hace 32 años atrás. Exceptuando ciertas voces afines – como un Lautaro Yankas, por ejemplo -, un reconocimiento serio implica desplazar los ejes interpretativos puramente circunstanciales en torno al objeto poético para intentar dar con las fuerzas espirituales desde el cual la poesía habla por sí misma. Fuera de las mezquinas interpretaciones representacionales o manifiestas en que incurre Roque Esteban Scarpa, el mérito de su libro La desterrada en su patria (1977), se encuentra simplemente en llevar a cabo un análisis biopoético necesario dentro de nuestras letras (y en cierto sentido político, al acuñar el término “desarraigo” como índice descriptivo del poeta nacional).

Dentro de una línea interpretativa mucho más compleja, sin olvidar este nuevo paradigma abierto por Scarpa, se encuentra la obra de Patricio Marchant. Sobre árboles y madres es, por cierto, el texto clave para desentrañar su operación epistemológica y poética. Pero hablamos de operaciones textuales muy singulares, como, p. e., su propia portada: una carta postal autografiada que dice dedicatoria, dirigida a su profesor – digamos aquí “mentor” – Jacques Derrida (postal que puede evocar, dos años más tarde, Eugenio Dittborn como plano performático en sus aeropostales). Y ya, desde esta portada intencional se coloca una de las críticas más acérrimas al texto en la figura de Jorge Guzmán, para quien este libro no es sino la típica expresión intelectualista que “rebaja” la figura femenina de la Mistral. Pero Guzmán se ha quedado estacionado en la portada, en la dedicatoria y en sus mera intenciones ¿No es acaso Guzmán el literato que habita en las portadas, al señalar que la poesía mistraliana adolece de una falta, a saber, la falta del Padre cultural, de la voz paterna (l) de la cultura de Occidente? (“El Padre ausente es el centro vacío de estos poemas, como lo es de la vida de toda mujer latinoamericana. No hay padres, carece del elemento central de la red de significaciones en que consiste nuestra cultura occidental.” Cfr. Diferencias latinoamericanas. Op. Cit. P. 76). Las tesis de Marchant, por el contrario, no se estacionan en la pura carencia paterna (el síntoma), sea éste la formación o la gran cultura literaria; busca reverberar en las voces poéticas de Gabriela Mistral un espacio en el cual se expresa el pensamiento (toma, como ya pueden percatarse, la idea prerromántica alemana y vuelta a circular por Heidegger, que el pensar y el poetizar son una y una misma operación). Pero no cualquier pensar, o sea, ni representativo, alegórico o metafórico, sino en tanto contenido latente o “temblor”. La deuda marchantiana con el psicoanálisis se reitera en igual medida como la de sus dedicado mentor Derrida. Es que, en cuestiones de deuda o préstamos literarios, pronunciémonos bajo una traducción, cierta cita que Marchant evoca desde Glas, este críptico texto derridaniano: “Sujeto de la enunciación: me llamo madre que se llama (en) mí. Dar, acusar. Dativo, acusativo. Yo porto el nombre de mi madre, soy el nombre de mi madre, me llamo mi madre en tanto yo, me llamo madre por mí, llamo a mi madre en mí, me vuelvo a llamar como mi madre…” (Marchant, Op. Cit. Pp. 39-40). Y es que aquí es preanunciable el problema mismo de una interpretación poética al alero del psicoanálisis; si el pensamiento o el poema son expresión misma de un deseo (sea dicho como fuerza o pulsión), su adscripción al lenguaje nuevamente reviste a esa fuerza con un significante, es decir, vuelve al plano normativo de la conciencia, no importando si su modelo sea asociativo o edípico (dos de las posibles soluciones textuales que Marchant operatiza en su libro). Pero es, ni modo, el lugar más acusativo para hablar de la poesía de Gabriela Mistral (“Madre por excelencia – diría Marchant – en tanto Madre sin hijos.”), puesto que “si la fascinación que ejerce un significante estriba en el mensaje latente que expresa, el poema no sería otra cosa que una significación en estado puro. Dicho así: el poema es ya una traducción por sí misma, porque es deseo. Deseo – traducción y no sólo un deseo-de-la-traducción.” (Miguel Arancibia: Poesía; estado nacional de emergencia. Sección II, p. 10. Inédito. Cfr. también Sobre árboles y madres). Traducción a la cual Marchant apuesta con sus cartas, sus reenvíos y referencias cruzadas con Nietzsche, Heidegger, Groddeck, Freud, Hermann, Nicanor Parra, Zurita, entre otros. Con sus filiaciones, en última instancia.

Indudablemente, este texto en cuestión exige una documentada información previa, haciéndolo hace reticente para cualquier lector atolondrado, sea académico o profano. A fin de cuentas, ¿no es acaso ésta, la exigencia misma que impone todo objeto poético, como lectura estética por excelencia? Únicamente, aquello por el cual hemos de lamentarnos sería la indiferencia al texto de Marchant en cuanto publicación se refiere – indiferencia que también se produjo en su propia época, 1984 -, pues aún no contamos con una reedición que lo aparte del ostracismo “iniciático” en que ha caído (produciendo así, un desconocimiento por parte de la oficialidad informativa o, más grave aún, una recuperación por parte de los otros – subrayo como Marchant – que aparentan una comprensión sin mucho brío poético, porque aún se le sigue leyendo en clave academicista y elitaria). Mientras tanto, estimados lectores, valgan unas breves palabras de su texto para reflexionar:

“Escribir amistades, lealtades. Pero, ¿qué las amistades, qué las lealtades, sino ese esfuerzo, el olvido?”
LA FLOR ENFERMIZA. 09.

lunes, 11 de mayo de 2009