sábado, 20 de junio de 2009

INSERTO: CARTA ABIERTA PARA LA FAMILIA MARTÍNEZ.

“Desde que Babel ha confundido todas las lenguas – aún resta aclarar de este mito si constituye una maldición o bendición para nosotros – también ha hecho sospechoso comunicarnos incluso si de un solo idioma se tratase…” Originalmente, el primer mensaje vuelto hacia usted principiaba con esta reflexión. Pero, tal como hubo llegado más tarde, la imagen elegida para iniciar este envío decidió ser la botella al mar. Esta elección no se debió únicamente a cierta predilección por Cortázar (1) o por su letra, sino más precisamente por cierta lógica que se sustrae a toda “devolución” o cualquier lógica de intercambio (2); para éste la comunicación más genuina radica en la lentitud con la cual una botella a la deriva, a merced de las corrientes y meandros más insospechados, puede así recorrer grandes distancias – distancia que, en algún lugar lo señalé, consta de un recorte del año 1993 (cfr. EL SEPULTURERO II, nota 4, material prescindible de lectura). Suerte de chance o “amor fati” - divisa recurrente del último Nietzsche, ése de las grandes esperanzas y del breve tiempo -, donde siempre está abierta la posibilidad o double bind de encontrar o no al destinatario, su destino…

(como una carta)

“No que no llegue nunca a su destino, pero es propio de su estructura el poder, siempre, no llegar”. (Derrida: La tarjeta postal )


Y creemos que no hay carta alguna que no porte en su interior cierta restitución dirigida al destinatario que sea. No sin cierta fatalidad (Babel o la tempestad, el “Sturm”), si pensamos por un momento en las implicancias habituales del término: restituyo en tanto intuimos cierta necesidad por restablecer, devolver (restituo) a su dueño, al pretendiente más universal su derecho de potestad sobre lo restituido. Herencia y límite que ya nos impone Platón; descubrir cuál de todos los pretendientes es el más legítimo de poseer el bien, la verdad, lo bello… - Qui iuris, cuál es el derecho que prima y que permitiría revelar el modelo de sus copias, el pretendiente ideal sobre los simulacros, la verdad de sus apariencias, etc (1). Así, primaría cierta agonística en todo aquel que restituye, pero que, a fin de cuentas, nunca termina de restituir (3).


(1) Buscaba un nombre propio para ti: Glenda (frente al mar), dije en primera instancia.



Si la restitución es tomada así como una deuda – por lo tanto, habría “algo que falta” – una reparación (nuevamente nos anudamos en la deuda hablada: restituo damna, locución latina que cabe traducir “reparar el daño”), una devolución, el restituidor vive en una doble paradoja: en primer lugar, si ha restituido realmente, es decir, si su mensaje es acariciado ya por un destino y, en segundo lugar, si la restitución sella por fin, completa el círculo, volviendo al lugar que pertenece ella misma (Rückerstattung, término alemán que señala el sitio o “Statt”; algo así como en nuestra lengua - ¿nuestra ante tanto préstamo? – como “poner las cosas en su sitio”).

(3) Traducir es también una especie de saldar una cuenta o colocar el acento donde corresponda; en suma, restituir en tanto lengua prestada, duplicando más encima lo que se sustituye (setzen)Ersetzen ; hay traducción en esta lógica sólo cuando la restitución dobla, por encima, sobre o, en efecto, suplementariamente aquello que ha de restituirse

(¿es posible una restitución fuera de esta lógica, que persigue “constituir” aquello que siempre falta?)

Pero esta restitución de la que hablo no le pide derecho o deber alguno, porque simplemente no busca constituir lo que falta. Simplemente, basta decir(le) con una palabra, una señal al menos, para que toda esta lógica deudora, esa deuda infinita deje de estar prisionera de los verdaderos pretendientes, aniquile de una vez al modelo (porque, en última instancia, el modelo nunca ha sido aquello que abjura de sí mismo, algo que merezca permanencia infinita). Porque de no ser así, la ofrenda de le he dejado la endeudaría, los comprometería (Padre, Madre e Hija) en aquello que nunca fue concebido así…

(2) Mi relación contigo, en este sentido, no es económica, puesto que te lo dije: un don, si es retribuido con la equivalencia que sea, se anula como don.

(Si quieres, el don nunca es presente)


No, no es restitución en este sentido – babeleano o tormentoso, qué importa – sino un paso, una palabra estrecha, suscinta que, en vez de clausurar cualquier comunicación (los legos la emplean erróneamente para así “saldar una cuenta”, y es todo lo contrario: abre una y otra vez), rasga la cortina del desconfío mundano, recuperándose la palabra en ella.

¡GRACIAS!

La restitución se multiplica para todos aquellos que, al igual que TÚ, han acompasado estas líneas flotantes sobre los sea-changes del que habla Cortázar (sea en formato carta, revista, mensaje embotellado también). Lo circunscribo aquí, es necesario, como un mensaje para mí mismo – y por ello, para cualquier destinatario. El diccionario tradicional me ha puesto ante los ojos una misiva enigmática, una figura corriente que, en este caso, ha dejado de serla por derecho propio. Habla individual siempre:

(me lo agradeció una sonrisa).

LA FLOR ENFERMIZA, junio 2009.


NOTAS:

(1) Preguntarnos por el linaje que toda escritura porta en sí misma, es intentar descubrir en ella sus parentescos (Verwandt). “Las naturalezas superiores tiene como origen una inmensa distancia…”, divisa nietzscheana a considerar si queremos pervertir el derecho cerrado del pretendiente ideal (Cfr. EH, 3).

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